ENFRENTANDO LAS INJUSTICIAS

SALMO 7:10

Mi escudo está en Dios, 
Que salva a los rectos de corazón. 
 

Vivimos en un mundo donde las injusticias, la maldad, las crisis nos han hecho olvidar que fuimos creados para hacer el bien. Qué fácil es olvidarnos de hacer lo bueno, que fácil es criticar y justificar nuestras acciones, y qué difícil es perseverar en hacer lo bueno a pesar de las decepciones. Pareciera como si las personas o las circunstancias justificarán el mal comportamiento y hasta se ha vuelto moda la viveza, los malos negocios, el dinero fácil, la venganza, entre otros.

Jesús, nuestro Maestro, es el mayor ejemplo de injusticias que un ser humano puede sufrir, Él tuvo que padecer sin culpa, Él vivió en carne propia muchas injusticias a lo largo de su vida .

No permitas que las injusticias creen amargura y resentimiento en tu corazón (1 Pedro 5:6-7): Este tipo de vivencia puede crear marcas de amargura y resentimiento. Jesús siguió amando y avanzando en su propósito hasta morir por todos los que le rechazaban. El sabía que era un instrumento de bendición y que nada ni nadie quitaría este propósito.

No devuelvas mal por mal (1 Pedro 3:9): La Palabra de Dios nos enseña que no podemos devolver maldad ni maldiciones sino bendiciones porque fuimos hechos para heredar bendición y la amargura no nos permite alcanzar esta herencia. Cuando maldices te estás dañando tú mismo y estás dejando herencia de maldición y amargura.

Las injusticias suceden a diario y pueden afectar a cualquiera. No podemos evitarlo pero sí podemos decidir enfrentarlas con perdón y bondad como Jesús lo hizo. Nunca busques hacer justicia con tus propias manos, siempre actúa con bondad y devuelve bien. No estamos exentos de vivir injusticias pero nosotros decidimos si nos anclamos a ellas y nos amargamos o pedimos a Dios y seguimos avanzando en bendición.

Si estás cansado, decepcionado o triste pidamos hoy a Dios para que nos de nuevas fuerzas y gozo para seguir adelante y no desmayar. Él promete cambiar nuestra tristeza en gozo y hacer fuerte aún al más débil. Siembra lo bueno, sirve con amor y Dios se encargará del resto.