La vida tiene muchos retos y algunos de ellos pueden durar muchos años. Uno de los problemas más difíciles de afrontar es el dolor físico y mental. Cuando viajo por el mundo, me encuentro con innumerables hermanas que sufren y a menudo me siento impotente para ayudarlas en su sufrimiento. Pero entonces Dios me recuerda todo lo que ha hecho por mí a lo largo de los muchos años que he estado sufriendo dolor físico y cómo me ha ayudado a tener alegría al enfrentar este desafío.
Mi experiencia con el dolor comenzó cuando tenía 20 años. Un año antes de mi boda, me caí por unas escaleras y me lesioné la columna vertebral. Este dolor ha sido mi compañero desde entonces. Además, me enfrento a una lucha diaria con dos tipos de artritis y el resultado de múltiples cirugías. A menudo le digo a mi cónyuge: «¡Cómo me gustaría poder vivir un día sin dolor!».
Algo que me da fuerza para afrontar cada nuevo día es confiar en las promesas de Dios. Cada día, incluyo en mis tiempos de oración una promesa de la Palabra de Dios, y la que más me ha fortalecido durante mis tiempos de meditación diaria es nuestro versículo de hoy. Dios me promete que un día «enjugará» mis lágrimas. Llegará el día en que «no habrá más dolor». Llegará el momento en que todos mis días de sufrimiento y lágrimas pasen para siempre.
¿Te imaginas una época en la que la vida no tenga más sufrimiento? Sí puedo. En mis momentos de meditación sueño con ese día. Me parece que pensar en el Cielo y en todas las cosas que sabemos que ocurrirán allí es una forma segura de hacerme olvidar mi dolor. Es sólo por un corto tiempo, pero la alegría que siento después de pasar tiempo meditando en la Palabra de Dios hace que mi dolor parezca menos intenso. El dolor, físico o emocional, es una parte cotidiana de nuestra vida. Sea lo que sea en tu vida, confía en el conocimiento de que es temporal. Un día se acabará.
Y es que descansar en las promesas eternas de vida verdadera que sólo nuestro Padre Celestial puede brindarnos, es el remedio que sana cualquier dolor, el amor que cura cualquier herida, la esperanza que nos rescata del vacío del sufrimiento.