"Al que venciere, le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedra blanca, y en la piedra un nombre nuevo escrito, que nadie conoce sino el que lo recibe" (Apocalipsis 2:17).
Corazón mío, anímate a perseverar en la guerra santa, porque la recompensa de la victoria es grande. Hoy comemos de la comida celestial que cae sobre nuestros campamentos; la comida del desierto, la comida que viene del cielo, la comida que nunca falta a los peregrinos a Canaán. Pero en Cristo Jesús nos está reservado un grado aún mayor de vida espiritual y un alimento que, hasta ahora, está oculto a nuestra experiencia. En la olla de oro que estaba guardada en el arca había una porción de maná escondida, que aunque se guardó durante siglos nunca se volvió rancio. Nadie lo vio nunca; estaba escondido con el Arca de la Alianza, en el Lugar Santísimo. Aun así, la vida más elevada del creyente está escondida con Cristo, en Dios. Pronto llegaremos a él. Siendo victoriosos por la gracia de nuestro Señor Jesús, comeremos de la carne del Rey y nos alimentaremos de manjares reales. Nos alimentaremos de Jesús. Él es nuestro "maná escondido", así como el maná del desierto. Él es todo en todos para nosotros en nuestro estado más alto, así como en nuestro estado más bajo. Él nos ayuda a luchar, nos da la victoria y luego Él mismo es nuestra recompensa. Señor, ayúdame a vencer.