MATEO 28:19-20
El predicador debe empezar por mirar su propia vida, impregnando todo el proceso de construcción del sermón en oración, confesando todo pecado conocido, y recordándose a sí mismo que él es más que un simple siervo de Su Amo.
El predicador siempre debe abordar la Palabra de Dios con reverencia, humildad, y temor de Dios. Cada vez que él abra la Escritura, él debe ser agudamente consciente de que él está abriendo la Palabra del Dios vivo. Él nunca debe permitirse venir a la Biblia insensiblemente o en una rutina hueca. Más bien, su corazón siempre debería estar absorbido con la verdad profunda que Dios está hablando en el texto. Así, él siempre debe estudiar un texto en la manera que Moisés abordó a Dios diciendo, “muéstrame Tu gloria”. Entonces, antes de que pueda tener una comprensión clara de la Palabra de Dios, primero debe haber un amor consumado por Dios y Su gloria.
Los cristianos debemos cumplir la comisión encomendada por nuestro Señor de ir a predicar el evangelio por todo pueblo y nación; en este sentido, debemos nuestros mensajes con textos bíblicos.
Predicar en el contexto bíblico es proclamar la salvación de Dios por medio del sacrificio en la Cruz del calvario hecha por Jesucristo. Significa anunciar las buenas noticias que Jesús nos ha dejado. Este acto es la gracia, el regalo de Dios para la humanidad. La verdadera predicación cristiana en la calle tiene que estar fundamentada en la salvación por la gracia de Dios.
Debido a la importancia de esta comisión encomendada por nuestro Señor Jesucristo, resalta la importancia de saber cómo predicar el evangelio en la calle. Para ello es necesario prepararnos.