¿Listo para juzgar y condenar a los demás? Parábola de la viga en el ojo
Mateo 7:1-5
La parábola de la viga en el ojo es una de las más conocidas, pero lamentablemente la menos practicada por la gran mayoría.
Somos prestos para juzgar a los demás, pero tardos para aceptar nuestros propios errores.
Estamos listos para ver la paja en ojo ajeno, pero no nos damos cuenta de la viga que está incrustada en nuestros propios ojos.
La parábola de la Paja y la viga la encontramos en: Mateo 7:1-5 y Lucas 6:37-42
Que fácil es para cualquiera de nosotros juzgar a las demás personas, incluyéndonos nosotros los cristianos, realmente pienso que ninguna persona puede decir que no ha cometido este pecado.
Como seres humanos, siempre tendemos a emitir comentarios o juicios negativos de una persona, nosotros como cristianos debemos saber que la misma Palabra nos dice que no debemos juzgar.
Esta palabra JUZGAR que viene de un juez como lo dice en Santiago 4:11-12
Si fuésemos santos y perfectos como nuestro Señor Jesucristo entonces tendríamos toda potestad para juzgar y condenar, pero como ninguno de nosotros somos perfectos ni tampoco puros es decir que no hayamos pecado, estamos descalificados para señalar, juzgar y condenar a nadie, NO PODEMOS Y NO DEBEMOS.
Debemos aprender a DISCERNIR, es decir a diferenciar entre lo santo y lo profano, entre lo divino y lo mundano, lo cristiano y lo pagano, lo santo y lo satánico, y es una orden que nosotros si podemos discernir juzgando que es bueno y que es malo como lo dice la Palabra en 1 Corintios 2:14-15:
Es decir, la persona que está con Dios y quiere agradar al Señor, sabe discernir y diferenciar entre lo bueno y lo malo, entre lo que le agrada a Dios y lo que no le agrada.
La misma Palabra nos advierte que no juzguemos para que nosotros no seamos juzgados, incluso nos advierte que con la misma medida con que medimos a los demás seremos también medidos.
Realmente es sorprendente lo fácil que es murmurar, nos encanta hablar de los demás, y esta murmuración está incluso dentro de las iglesias, descalificándose el uno al otro y dividiéndose el uno al otro.
Como cristianos debemos saber que nuestro Padre nos prohíbe hablar mal de nuestro prójimo, es una orden de nuestro Padre, debemos entender que si nuestros ojos no lo vieron y si nuestros oídos no lo escucharon no debemos decirlo.
No debemos hablar mal de nadie, es una orden de nuestro Padre.
Nuestro mismo Señor nos hace analizar: ¿Cómo podemos ver los errores de las demás personas sí nuestros propios errores son mucho más grandes que los de ellos?
Por ello hace la comparación de la paja que está en el ojo de nuestro hermano, y la viga que está en nuestro ojo, y es verdad, si lo analizamos una viga es sumamente grande que incluso no podríamos ver nada.
Y realmente es una tristeza encontrar a muchas personas que viven solo del cuento y de la murmuración aún dentro de nuestras Iglesias, cuando lo que debemos hacer es que Cristo reine en nosotros y reflejarlo en nuestro actuar.
Nuestro Amado Señor encontró falta de sinceridad y falta de fe en nuestro actuar, y nos pide que debemos corregir con amor el pecado, más no con juicio. La paja es el pecado. Nunca debemos ver la paja del ojo de nuestro hermano, primero debemos mirarnos a nosotros mismos.
Mi Señor hace una doble connotación en Lucas 6:41-42
Las primeras personas son las que saben mirar, pero no hacen nada, andan observando la vida ajena, y cualquier cosa que ven critican y condenan.
El segundo grupo son los que quieren ayudar, hay muchas personas, que son lumbrera en la calle, pero oscuridad en la casa.
Debemos analizar bien si yo tengo una paja en mi ojo, es decir un pecado, que otros lo ven, lo que esperamos es que nuestros allegados nos alivien, no que me critiquen, sino que me ayuden a levantarme.
Tenemos que hacernos un auto examen. Para ayudar a alguien debo primero pedir ayuda para mí a nuestro Señor Jesucristo y con mi vida y mi corazón llenos de Él puedo ayudar al resto. Reconociendo que el pecado se restaura con amor.
Debemos tener siempre presente que Jesús reprende con severidad al que disfruta juzgar a los demás sin ver sus propias culpas, además debemos aceptar la invitación que nos hace Jesús a través de su Palabra a analizar lo que realizamos en cada aspecto de nuestra vida.
Debemos corregir lo que sabemos que no le agrada a Él, hagamos de nuestra vida diaria un caminar con nuestro amado Señor llevando buenas relaciones con los demás, no juzgando sino restaurando con amor.