Ningún mal te sobrevendrá
( Salmo 91:9-10)
El Señor Dios es nuestro mejor refugio. Es en él que nos sentimos protegidos y amparados. Es maravilloso sentir la protección de Dios sobre nosotros, eso nos calma y nos da confianza.
Ahora, para recibir la protección del Señor debemos confiar en él de todo corazón. Parte de esa confianza implica que pongamos a Dios en el primer lugar en nuestra vida. Según le damos más la primacía a Dios, más crece nuestra confianza en él.
El resultado de esa confianza es una buena relación con Dios. Así no tendremos miedo de confesarle todo a él. Una oración verdadera atrae el mover de Dios. Él nos oye y recibimos su cobertura. Esa protección divina se extiende a nuestra familia. Una casa fundada en la roca que es Cristo, permanecerá siempre firme y protegida.
Señor, confío en ti. Guárdame de acuerdo con tu palabra y protégeme del mal. No hay nada que se resista a tu poder, tú lo has hecho todo y puedes hacerlo todo. En tu presencia me siento seguro y amado, por eso te alabo. ¡Tú eres mi abrigo! Amén.